Tengo antojo de seducirte con premura,
de acechar tus ojos con seducción traviesa,
atraparme en ellos y dibujarte en las pupilas
el deseo con las curvas de mi silueta.
Luego transitar tu cuerpo con enérgica descarga
para que me sientas con desconocida fuerza,
que surques la noche anclado a mi alma
y al impulso del temblor tu voz diga, “es ella”.
Que gires conmigo en un remolino de pasiones,
que ruedes por mis sentidos la noche entera
y con un eclipse de locura en nuestros corazones
se desprendan de cuajo todas las ideas.
Que la menguada mirada de la bella luna
te contemple feliz, abrazado a mi belleza
y que al saltar en el regocijo, sin cordura
logres alcanzar mi lejana estrella…
Porque esta noche quiero hacerte todo mío
con el ímpetu de una feroz tormenta,
con el viento usurpando tus entrañas,
con la humedad apagando otras huellas.
Ya en la mañana, cuando todo acabe,
cuando el sol encienda su acostumbrada hoguera
tengas que pedirle a Dios que de ti se apiade
para volver a amarme como tú quisieras.