Invierno I (Inclemente ciclo)
Despierta el letargo de un sol humedecido,
de rituales en la fuente de las sombras,
donde ahogado concede otro cuento de agua.
Rutina inflamada de nubes rotas
invadiendo la frialdad,
si el diagnóstico irrebatible es el invierno.
Es diciembre en las libertades del aire
y su nombre, con la dolencia del paisaje
malherido, va cambiando el atuendo del color,
de la algarabía, ahora atosigada de cicatrices
al mostrar el síntoma del inclemente ciclo
que desparrama el blancor de los instantes.
Primer indicio de la gravedad impresa,
que amplía la fotofobia
de su pronóstico en general sobre el relieve
como una plaga glacial, acaso,
dispersando el síndrome de la vida.
Tanto, que el espacio tose sus grises heridas
como arterias de árboles sin hojas, cayendo
con el crónico contagio de la sequedad,
porque es el desarreglo de los días
que se rompen de adentro hacia afuera,
cuando se arranca todo el dolor de la tierra.
¿Lo ves?, justo allí… hay un proceso
que abre la puerta secuencial, una fase
buscando el leve retoño de la lucencia.
No te afanes si no lo ves, hay candados
en los ojos que solo abren unos pocos
y a veces la excusa del frío es muy pequeña
para verla como una mueca rebelde
sobre el claror de una ventana. Boqueando.
El atributo de un gesto incomprensible
que aprende a llegar al modo
más abúlico del fríor,
tan blando, tan abatido, tan débil,
para luego, brillar por encima de las cosas.
Nancy Santiago Toro
Derechos Reservados©