Monday, April 29, 2019

Destape





Destape




Yo he visto la pudrición de las nubes

en las costas apacibles de una mirada

y como las sombras se llenan del aire colérico

para zarandear en mi cara el aforo

destructivo de un tsunami

como si dependieran de mi agitación,

como si yo fuera la deformación del agua,

la demencia del estruendo

o la sobredosis de la furia

que detona su espanto,

cuando se aburren del espacio

satisfecho de vacíos...


Hoy te hablo del mar que azota la mente.


Observa el macareo ocupando el indicio

de unas palabras, acuático,

le arrebata la superficie

y las doblega como al remo

después que se parte sobre la desolación,

el resto es la tortura visionaria

que da el golpe de sal en los ojos.


Así lo digo, porque no quiero ver

a los símbolos de tu alegría

en esta rebelión que me desea suya.


Porque si la tristeza me moja,

yo me escupo como una gota de lluvia

y si me quiebra me derramo

como un diluvio sin predicción,

nunca me he adaptado

a los intereses herméticos de otros.


Tampoco me salves

con la prisa de un suspiro,

si mi desasimiento apetece el triquitraque

desde cualquier altura,

porque lo malo de escribir

no es ponerle sonido

al ánimo de la tristeza.

Lo pésimo es sentir

que el dolor como homicida

le rompa los huesos a la vida

y ella aún sin fosa

tenga el valor de moverse por lo dicho

 como un ronroneo de gato entre las piernas.


Hoy la libertad del verso

exige las volteretas de la pena,

yo le doy total consentimiento a su capricho.

Condensada de efectos y desafectos

me nombro tormenta de trágica magnitud,

mientras arrastro el mal humor del océano

por toda la intemperie del mundo

y no es para vengarme de las otras veces

que me ha matado bajo el sol,

es solo porque no le temo a la devastación

ni al poder del aire que retumba en los pulmones,

si en su torbellino circular

puedo liberar escombros

y ser, realmente, cruel alguna vez.


Ahora ven, entra al vórtice del caos

y toleráme, si puedes.




Nancy Santiago Toro
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