En aire de abismo, por túnel de sombras
asomó con la traza de la nube en el cielo,
tomó las voces de los primitivos pájaros,
bebió la escarcha que goza el invierno,
la esencia de la espina en las rosas,
la explosiva voz del dolor en el trueno
y con sequedad amarga traspasó el oído,
abriendo la piel de un sentimiento.
De lejos avanzaba como grácil mariposa
no perdía el bailoteo con la ruta del viento,
quien apacible desde el alba la cruzaba
por los espejos rotos del tiempo,
el calor de puntillas la mantenía viva
para que no perdiera el gris movimiento
por la singladura del estéril entorno,
donde atracan los sueños sin aliento,
esos de pequeñas alas moribundas
que muestran la fuerza quebrada
de las ramas en los árboles secos.
Aquí arribó, de improviso,
como una rabia de noche,
derramó lluvia; gotas como agujas,
bailarinas, descalzas, sin escueto
y con una coreografía saltarina de tristeza
que hoy no descansa
en el trampolín de mi pecho.
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