Tu miradura verde se ha robado el mar,
se adueñó de su profundidad y sus placeres
y como ola temblorosa, sin parar,
en mis orillas la haces diluyente.
En esa entrega jovial de sensaciones
y bajo un rubio sol que a nadie pertenece
voy flotando en tu mirar acariciante
como si tu playa me llevara de repente.
En ese misterio que encierra inevitable,
soy una barca hacia el rumbo de la suerte.
Donde me llevas, me traes y me zambulles
con la fuerza vasta de no verme.
Solo el viento celoso, tu fiel acompañante,
me hace naufragar en la vista que se pierde
y es por eso que no he podido anclar
en algún lugar de tus ojitos verdes.