Sunday, September 30, 2018

Marcando las huellas de la vida






Marcando las huellas de la vida





Con su fragancia imparte

su presencia en mis rincones,

mientras propulsa mi pasión

como antorcha al fuego

al llenar mis manos,

totalmente, con las suyas,

al sentir mi mundo

gravitar en su universo,

cuando las pieles se rozan

y pregonan sus verdades,

sin las mordazas de los amores muertos.

Es que él sabe prender la mecha

de este corazón al decir mi nombre,

sabe alcanzar mis latidos,

 reventar la alegría en ellos,

cada vez que pasa

a mi interior con sus palabras

y se queda retozando

en mi diario pensamiento;

inseparable y con la estrategia penetrante

de adherirse a mi lado por entero.


Ayer me acercaba a su invitación callada,

a su connatural espacio

por las orillas del presente

que me llevaba hasta su cuerpo

y hoy tan cerca, brota

una panoja de sonrisas

que suceden continuas

a lo largo de este suelo,

entretanto, perfilan los deseos

que la vena sangra

con el amplio albor

del coruscante sentimiento

y maduran voluntades

que se exhiben y prolongan

compartidas horas hacia

el después del tiempo.

Pues no se excusa

el centelleo de la mañana

ni la luna de la noche para vernos,

cuando derramamos las risas

de la seducción por las serias plazas

y las cubrimos con las palpitantes

ilusiones del paseo,

con la vestidura de memorias

que confeccionan las pisadas

y las huellas de este rastro

como un destino

en ascendente movimiento.



Nancy Santiago Toro
Derechos Reservados©





Alguna vez, el tiempo (Prosa)






Alguna vez, el tiempo
(Prosa)





Alguna vez aprendí de un tiempo sin urgencias, retozaba como si corriera de un lado para otro; era principio de libertad extendido por el gestor de la aventura, parecía retrasarse con las vueltas de los cometas en el aire. Tiempo circular en recorridos sin orillas sobre la tierra virgen de la infancia para reactivarse en la corporeidad del desarrollo y capturar el viaje por las fases en el álbum de la adolescencia, él que hoy evoca las risas mañaneras que hacen eco en los latidos. Alguna vez el tiempo quedó sujeto en el nudo de las palabras y se colgaba de la mente con las voces, acostumbraba a repetir su efecto en la movilidad de las emociones cada vez que hablaban. Era un tiempo fecundo que sabía mantener a las ilusiones vivas, aunque diera el impacto de los cambios, pues lograba resucitar el pulso de la natura en las tantas escenas de la vida y es que estas (la vida y la natura) se parecen tanto al renovarse, cuando su ciclo alcanza el humedal de algún desierto. El tiempo seguía su curso, pero conseguía suspenderse en la mirada que todo lo detiene con su singular habilidad de exhibir a los recuerdos del ayer nostálgico como paisajes vivos en el cuadro de este entonces.

El tiempo... ese que alguna vez se hacía lento a pesar de su progresivo ajoro, se tendía como una cosecha hasta la siega, daba los frutos de la ansiedad y sobre las mieses yo era una más en aquel festival de pájaros dentro del azul distante. En plenitud, para la recolección de los momentos y la oferta de los años en la celeridad de la existencia, pero con el cinismo de la ilusoria calma.

Hasta que alguna vez inauguró un transcurso veloz y una frialdad que exhibía fechas como heridas. Lograba arrumbar una capa de niebla sobre los días que saturaron los ojos, comenzó a acercar rostros de hule que alcanzaban el adiós de las estrellas. Rostros efímeros que entregaban un rastro casi anónimo, a los que supe inventarles la sonrisa, los perfiles y hasta los gestos de esa indiferencia innata que amparaban. Era un tiempo presuroso que ignoraba al corazón y vulneraba la marcha de su mecanismo, mientras avanzaban las nubes del mañana.

Por eso en este ahora de su paso, donde aún gira la huida de las horas, soy yo la que no regresar cuando avanzo, pero aprendo a detenerme para mirar al árbol tan cambiante en los escenarios de las estaciones vagabundas, contemplo el beso de la luz en el horizonte hasta que desviste la tarde y se entrega hasta el fondo del ocaso.Tanto me detengo que hasta he aprendido a copiar la sencillez que lleva el viento, no me enredo en las cosas, me hago sentir aunque no me vean y pocas veces me oyen, mientras el continúa enterrándose en este mausoleo de silencios.



Nancy Santiago Toro
Derechos Reservados©







¡Ya lo sabe!





¡Ya lo sabe!




 Mi silueta lleva la obra del comienzo

con el instante abierto del hallazgo

y hace posible la ruta del encuentro

con la rueda de los días, hasta la cita

del ahora, en el lugar exacto.


Una ojeada al ejemplar y captura mi suspiro,

invita a ir más allá de la solapa,

deja la corriente progresiva del estreno

en el accesible dinamismo de mis manos,

igual que el lenguaje mudo ofrece el grito

como una puerta abierta en su llamado.


Ya de cerca, vibra el pulso de su historia,

un prólogo de gestos seduce en su principio,

antes de entrar a lo que parece el alma

en las etapas que comulgan con el ritmo,

porque así construye el largo viaje

por su esencia, la materia y los sentidos.


De a poco, el ambiente, calienta el desarrollo,

tiembla, sin papeles sueltos, la experiencia,

y la expresión perspicua se aferra a la mirada

como un sol sostiene al día, de improviso.


Su cubierta y prolongación entre mis dedos,

logran llevarme al drama del escorzo,

a un cóctel de mezcladas sensaciones,

al punto culminante de honda anatomía,

para hacer del vínculo que somos

la brecha simbólica que integra los eventos.


Fértiles cuando me entrega, totalmente,

la evolución holgada del misterio,

donde crecen sus tantas emociones

como un brote que asegura su trayecto

en la naturaleza rutinaria de mi roce

y quizás... quizás pudiera

decir más de lo que digo en el clímax

que me hace girar otra vez a su portada

para cruzar con más fuerza el contenido

hasta las orillas de la noche, donde

se desbordan sanguíneas sus palabras.




Nancy Santiago Toro
Derechos Reservados©




Él no lo sabe




Él no lo sabe



Tras él va mi andadura, tras el avance de sus pasos,

mi paisaje es a la espalda de su distante movimiento,

aun así a cada luz rasante de su estela yo me abrazo,

a cada sombra ladeada de su cuerpo yo me entrego.

En su marcha a solas le sigo y no lo sabe,

mas mis huellas lo pueblan en secreto

y se aventuran con el cómo o hacia el dónde

o hasta cuándo será este recorrido de futuro incierto.


Mas soy la rosa, el crisantemo o la magnolia,

mis raíces hacia él no saben de regresos,

mi fragancia como eco de mi ser llega a su lado

con grácil alborozo en el aire fresco,

si a veces no la percibe en algún recodo

es porque se pierde entre las nieblas del invierno,

ese trecho de tiempo pálido y solitario

que no perdona fragilidad de pétalos,

nos priva de rutas al transitar su blanco

y con su lengua de escarcha en el descenso,

nos lame con su frío, de golpe nos apaga

hasta que rebrota otra primavera y vencemos.


De nuevo él se viste de color ante mis ojos,

en lo plano y en la hondonada del trayecto

y le sigo hasta en los desvíos de la vida, no lo sabe,

pero la inflexión de su rastro engendra otro sendero,

donde siempre llega la congoja del verano,

pero aún así sigo tras el nombre de mi sueño.


Trazo su cuerpo con luminosidad en lo sombreado,

en su mirada logro la irisación cuando me acerco,

en su pensamiento descanso y me desnudo,

cuando el crepúsculo con su roce amarillento

repite su ardiente guiño en la vista del otoño

para unirnos en el roce impúdico de un beso;

gesto que aviva el ámbito total de nuestro mundo,

cuando deja su arrebato de hojas sobre el viento

y me uno a su danza, nos mezclamos y sin él saberlo

somos un remolino de recuerdos amándose en el suelo.





Nancy Santiago Toro
Derechos Reservados©






¡Ya vienes amor!






¡Ya vienes amor!




Hoy vendrás despojado del silencio

como si nunca lo hubieras conocido,

con la voz suelta y el frenesí de las palabras

surcarás el umbral de mis oídos.

Y dirá tu boca y exclamarán tus ojos,

tus manos hablarán con gracia algún bullicio,

tu sonido besará el mío sobre el viento, 

mientras un remolino de nosotros pasa implícito.


Ya sé que vienes, en mi vida te presiento, 

matarás de un solo vuelo a la distancia,

se hará un punto negro sin puntos suspensivos,

cuando tu cuerpo al fin toque esta mirada

y entierres los calendarios de las desiertas fechas,

que nos movían en dirección contraria.

Y al saberte de pronto en el escenario 

del encuentro, en los momentos inimitables 

que en mi amor te aguardan,

mezclarás tu tiempo en la fiesta de mi abrazo

y haremos la historia aún más larga, más real, 

más de presencia detenida entre los dedos,

más de pieles recurrentes bajo las sábanas.


Sí, ya vienes, te acercas, casi veo

tu sonrisa junto al día en mi ventana

y a dos rastros de frente, más estrechos

en el mapa, atesorando nuestras almas

con una ruta de dos; raíz del mundo

en las mismas cosas del mañana

al compartir la totalidad de los caminos

con los pies en las huellas necesarias.

Y es que casi llegan tus pasos a los míos,

si tan solo amor... pisamos hoy la misma tierra.




Nancy Santiago Toro
Derechos Reservados©






Sus raíces (Microprosa)






Sus raíces
(Microprosa)




Algo tenía aquel lugar, que siempre la hacía volver en cada viaje y como si hubiera quedado huérfana del tiempo recorría otra vez los caminos del ayer y estos le parecían nuevos. Las casas que habían sido remodeladas amparaban los rostros de otros vecinos, inclusive, hasta los árboles parecían recientes con sus fragantes flores en los fecundos jardines de la añoranza. Sin embargo, ella sabía por sus raíces que eran los mismos, aquellos que aún le ofrecían las sombras de su infancia.



Nancy Santiago Toro
Derechos Reservados©






La imagen del espejo





La imagen del espejo




Allí te veo imagen mía en el espejo,

tan yo misma y tan otra al mismo tiempo,

erguida, quién diría que eres mi reflejo

si el muro de mi fuerza no resiste y tambaleo.

Desde afuera contemplo sin remedio tu fachada,

tu espuria sonrisa en la cuita de mis labios;

sedosa curva que se abre con arrojo hacia mi boca,

aunque esta silueta desde adentro resbale en llanto.

Y cuánta superficie de cristal hacia la vista

proyectando gestos de intangible lozanía,

allí tu piel acentuando las caricias de los años,

esta, soterrando en adornos los envites de la vida.

Y tu mirada abocando el viso de la aurora,

la mía, al fondo arrastrando lluvias que avecinan,

las que empaparán a este cuerpo, ya nublado,

aunque el mimo de la luz arrime cada día.

Más somos tan iguales y tan distintas

que pudieras ser verdad y yo mentira,

pues cuánta mascarada habrá en lo cierto,

que hasta yo misma sin pensar, creería

que no cargas este todo de mí que va muriendo

en el diario de un reloj que sabe mis heridas;

huellas de tarquín que el alma remarca por doquiera,

mas ni un rastro de su dolor desnudo

en el paisaje que suspendes y contrastas

con la devastadora tormenta de mis venas,

la que suele desahogarse al exterior

muy a menudo, aunque tú, imagen mía,

en el espejo evapores su marea.




Nancy Santiago Toro
Derechos Reservados©






Son solo palabras de un silencio





Son solo palabras de un silencio




Hoy quiero hablarte, decirte unas palabras,

las mismas que ya dije, pero renovadas

como si resucitaran de una muerte.

Procuro que su silencio caiga sobre la tierra

y florezcan con un lenguaje más silvestre,

con una voz más sencilla, sin lo complicado

de las palabritas que se pierden tras el paso

del invierno o por el hueco de lo breve.


Tendrán la bullente vida de la primavera,

hablarán con su idioma de colores,

caerán sobre las luces, tan alegres,

olvidarán el mutismo de los labios quietos...

Por tus calles asoleadas,

las oirás como palomas llegadas a tus sienes

y revolotearán mi sonido en su murmullo

como lo fue ayer, pero más presente.

Sentirás que es más dinámico su vuelo,

más inquieto en su regreso,

más rítmico en sus repetidas veces,

más audaz, como si huyera

del barranco hacia las ramas

y cantara, cantara con soltura sobre lo verde,

aunque tenga todavía un tono de cielo,

¡escuchas!, el de las nubes cuando llueve,

pues aún se estremece al caer al suelo,

pero es tan dulce en su relieve,

que notarás que no cambia mucho lo que vuelve.

Aún guarda la invariable ternura de las rosas

y el perfume en pacto con tu campo

como certeza definida en lo terrestre,

todavía tiene la adhesión del alba y el rocío

para evocar el saludo del mensaje, claramente.


El temblor que escuches con el acento del agua

es porque se ha topado con el mar en su carrera,

es para arropar la nostalgia de tu pecho

con la chispa alocada de su inacabado oleaje.




Nancy Santiago Toro
Derechos Reservados©