Respuesta a una carta
Cuántas veces me llamaste amor
con lo guarda esa expresión amada,
fueron muchas, las recuerdo yo,
así fue que colgaste en mi pecho tus palabras
y como ciertas las guardaba el corazón,
desde allí iban hacia la senda de mi alma.
Y arribaron... con los arreos de la ilusión,
el atuendo verde que repite la esperanza,
supieron ser la parte de tu vida en mi interior,
propagándose, horadando mis entrañas
y fueron reales junto al latido fehaciente de los dos,
aunque a veces o tantas más también soñaran.
Más no sé, por qué el tiempo tan de prisa se volteó
y de repente nos dejó caer de espaldas,
para que viera tu marcha anticipada sin adiós
y a tu sentimiento desde el peligro como un arma
al matar el tictac del destino en el reloj,
al dejar sin luces esos fetos de mañanas
y a mis oídos sin la caricia de tu voz,
mientras mi llamado se tragaba la finalidad más vana
con el intento de los labios que no detuvo la razón,
para que mi sonido y tu silencio al final se amaran,
pero el destinatario fue el hueco del viento y el amor…
Pasó a ser la historia que anida en hojas blancas
con los verbos de las huellas revelando una pasión;
tristes letras acarreando por la oscuridad su llama
con el tiempo herido que por encima nos pasó
al abandonarnos vivos en los confines de la nada.
O quizás fue una obra de la vida que nos cerró el telón,
tal vez fue un sueño y era yo quien más soñaba.
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