Agradecimiento
Debo agradecer a tu pensamiento tirrioso
que hacia las palabras huye de ti mismo
y al Trastorno Emocional
de tu mal funcionamiento obsesivocompulsivo
arrojado contra Valentina por tener un hombro,
de cuerpo hacia adentro, Hombre,
en el óptico diario mimando su mirada.
Gratificar al silencio de tus pecados
que no procesa los escarnios femeninos,
aunque los engullas
como un depredador sanguinario
para ponerle el color de la sangre
a la sonrisa teatral de tus mañas.
Apremiar a todos los terroristas
a lo Hannibal Lecter
que se amparan en tu sombra,
al varonimiento visivo repleto de llagas
en tu superego más alto,
a las nuevas técnicas mercenarias
de tu Varangian Guard
reclutando machos zalameros
para salvar al mundo de una como yo,
después de aprenderte los diez mandamientos.
Compensar tu encantamiento universal
que se abre como una luz
en la plena encrucijada
de tu quebradiza circunstancia,
a tu aversión amoral sin fichar estereotipos,
a tu caverna corporal
acelerando el desgaste
que te camina por dentro
con el Megatón que te masacra y purifica,
cada vez que hallas en el prójimo
la causa de tu oscurecimiento detonador
y atmosférico anunciando tus cambios climáticos,
cuando te subes endiosado por los cielos
rodeado de los fuegos artificiales...
BUM, BAM, BIM.
Pirotecnia de la esquizofrénica apoteosis
intentando matar tu gran frustración
con todos los actores que imitas
sin su ADN, sin su IP virtual,
pero, artístico en tu Metaverso-Calabozo
con ese talento de pureza refinada a lo gourmet,
servida con la exótica técnica del gustu
para tu plato favorito de pólvora y disparo
que te hace correr de indigestión.
Galardonar la boca de caníbal
embarrado de personajes frustrados
viviendo como trozos biliares
en la vesícula seminal de tu íntimo machismo
y al sacerdote augustal consagrado,
oculto en tu generoso galleo,
que te concede todo un paraíso
con chófer exclusivo hacia el infierno.
Agradecerte, sobre todo,
el veraz atesoramiento
de figurillas mentales con cuellos sin fronteras,
porque gracias a las máscaras que te pones
para enmascarar tu tumoral vida, modo y carácter
con baratijas e insanas destrezas,
es que soy el afortunado flechazo
directo en tu talón de Aquiles.