Invierno IV
(Noche en traje blanco)
Se ve un jardín, en repetición,
adormecido, alzando grises
por el preludio del traslado.
Se oye la huida del otoño
por el frío desvío
que estalla contra el viento
al dejar otra estación hecha pedazos.
Se percibe la entrega
incansable del destino
como ofrenda del blancor
gestando en la visión su gran tamaño,
huele a beso helado llenando el cielo,
a tiniebla humedecida que a las ramas
de un noviembre se fue colgando.
Tiene olor a tiempo sentimental,
recién de ayer y de futuro
acercando un ciclo-niño
que va creciendo en el contacto
y a la vez cruzando como un vuelco
por la carne para estremecernos
como hojas con el color de otro relato.
Por la noche bajan trocitos de la luna
como un bautizo arrojado de soslayo,
rindiendo su blancura en la penumbra
cual hemorragia escarchada del invierno
que hacia la huella final del calendario
es como un goteo esclavo de las sombras
desde las alturas azules en descenso
que hacia el suelo dejan su caricia,
blandamente, en negro y blanco.