No extingue la existencia del pero,
pero que ayer se acabó,
pero que mañana no existe,
pero tú, pero yo...
Habitando el presente
con la mezcla del polvo
que convida a las formas
humanas en su cada vitrina.
Luego, el residuo poblando
las manos y son tantas
clamando el roce del H2O
en direcciones elípticas.
Pues ellas se llenan con poco
si lo mucho es un sueño y es terruño,
y una casa que a menudo convida.
Mucho más hay en la gota de un ojo
que baja en tristeza con todo lo espeso
de sus noches y días
y aún contonea como una luciérnaga
con el blues que no cesa su nota efusiva,
entre las razas con idéntica marcha
hacia el tren que recoge la trama
de barro que el tiempo recicla.
Tráfico de memorias sin lengua,
con sus pies en los mismos caminos andados,
esos que siguen atando la tierra a la vida.
Donde pisa quien maquilla sus trapos
y se los pone al prójimo de otra manera
con la estética de la usual agonía.
Pisa el vecino como repetido viajero
que pasa haciendo derecha
con su quehacer de espaldista,
andariego en sus cosas oscuras,
mientras critica en cualquiera
las mil y otra milla.
Es que yo solo pienso en voz alta
como una más del rebaño,
donde me llega tanto olor a santo,
revuelto con el hedor a sardina.
Cuello y corbata tiene el que roba los clavos,
pero también el que dirige la misa
y muchos son los que saben clavar los sentidos,
porque la ilusión ajena es su codicia.
Tiran sus piedras, por carecer de pecados,
¡qué cosa!, la afín hipocresía torcida
de las caricaturas de carne en escena
con devoción de artesanos en otros,
mas usando los dedos de su propia desdicha.
Pero arriba, que el pan es de todos
y el paisaje requiere mañanas
para vivir los fragmentos de la notomía,
porque todos por igual
tenemos que hacer este horario
de olfato, visión, oídos, sabor y tacto;
ingredientes del todo pequeño
que somos, ¡¡¡ay!!!,
pero hay quien siempre lo olvida.