Del diario de tus cosas
En la diletante quimera del contacto en curso
con ansias hambrientas de caminos
hacia el marco de la acostada tierra
donde germinan las raíces del cariño...
Percibí que caminaba por una ruta andada
al presenciar la experiencia de tus ojos
con el aleteo que reconoce las metáforas
del cuerpo dentro del escenario íntimo.
Diestros, al soltar el don de la inicial mirada,
cuando toca y es mucho más profunda
que el tacto de unas manos
al tentar la piel con su mutismo.
Dentro de esa huella con el brote
diario de otras cosas pensé,
que solo con tus pies
éramos caravana por el mundo
y que tu vivir con el mío a bordo
era un tráfico insistente de motivos.
Desde esa vez con tu presencia a solas
sentí que la solemne brevedad de un día
era el roce ilimitado del destino
y que teníamos ese vínculo
persistente de la bandera en asta,
de la vegetación en suelo o la inevitable
conexión de la ribera al río.
Al igualar su abrazo adherido e inconcluso,
al decidir copiar su corriente
de trayectorias impensadas
en mezcla de ascensos y descensos
con el complemento natural del ritmo.
El que suele concluir en el volteo
de otro estreno veraniego
con la repetida misión de aquel origen
cuando, frente a un mar de verdiazul viajero,
no existe más necesidad que la misma playa.
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