Con boca de abismo saciado de aire
transita las penumbras del cigarro
y alzando el pecho amamanta
las vidas de todas sus nostalgias.
Toxicómana criatura a merced del humo
interpretando la figura del túnel
cuando quiere las vitrinas del recuerdo
en el puntual instante que dirige, con vocación
de director entre sus manos, toda
la humareda de los perfiles abstractos
con vuelo hacia las nubes.
El hueco lugar de sus consentidas ausencias.
Su primer verbo es- fumar- se para ser
fiel constructora de neblinas saturadas
de exhalaciones soledosas
en quemadura de segundos,
tan viciadas en la sangre del dolor
hacia cualquier final herido,
que se nutre con las torturas de la memoria
por el largo consuelo hacia el olvido.
Yo la ubico en la pedrosa costana de la pena,
otra vez con su rastra de espejismos,
sin detenerse en el programado viaje
que lleva al conclusivo rincón del detrimento.
La veo, sin duda, dadivosa de cenizas
al soltar los rostros incorpóreos
como colillas de fumadas ilusiones;
fotografías intocables del corazón
comprometidas al yugo de la tristeza,
por que es líquido su ayer
y amargo el resabio
de invocar encuentros
en las brasas de otros nombres.
La única excusa disponible
para rodar de espaldas por las deprimidas venas
que la humedecen, continuamente, de pasado.
Puede que algún día vuelva al presente
con los esplendores del estreno,
exiliada de cuerpos eventuales
y se descubra, totalmente, a salvo
dentro de las hondas cicatrices
que en marcada transición de inacabadas
aberturas, sin tocar la tierra,
germinan contra el viento y la marea,
los internos ciclos del vivir.
Esos, que aún más adictos de futuros
siguen delineando el debut de otros caminos.