Sunday, January 3, 2021

A UN PERRO NEGRO




A UN PERRO NEGRO



Se hacía relámpago y me quiso hacer tormenta

para lavar su podre llena del vicio

que disfruta el zarandeo mojado

en el sol de una mujer.


Y por buscar la claridad se volvió negruzco

como un cielo con el atavío de la bruma

en esa rigurosa altura, intermitente,

donde sabía dar el poder de la descarga

con el voltaje eléctrico

que inyecta la fricción y colisión,

y por habitual, explosionando la inmundicia.


A consecuencia, supe que maquillaba

cualquier punto cardinal

con la firma de sus manos sucias,

antes y ante la condición que alumbra y apaga

con la ignición que incluye la ceniza.


A causa de… voy a darle otra ocasión

para el disparo y que esta vez sea el acuoso,

con esa colección de lágrimas hipócritas

que guarda para manchar su alma

y resignado pueda verse como el amanecer

que llora y oscurece el fugaz

calor de una mañana,

el diado día que me quiera, tanto y tanto,

como para ver mi sangrado rostro besando

su aguacero contra el suelo

y, frente a frente, solo sienta el rojo corazón

de quererme más que a nadie.

Incluso, desde el altor del sentir,

donde truena la fuerza de su anhelo

podrá escoger el crepúsculo nacido y moribundo,

desde la guerra hacia la muerte,

donde creó esta lid escrita de infinitos...


que de tanto tirar el asco en la palabra,

verá de mi puño a la tinta como le atravieso

los dos polos a la misma distancia.





Nancy Santiago Toro

Derechos Reservados©









El dolor que te abastece (Soneto)




El dolor que te abastece



De nuevo tú, tristeza, atormentando

su cuerpo bajo el agua que amenaza

la búsqueda amorosa en la esperanza

de la fatal espera, ya girando


en la sangre del ansia, ya sangrando

el tiempo con la vida en lontananza

y la expresión de esplín que nunca alcanza

el habitual azul que va quedando


de noche, y con su amor de cabecera,

por viajero, en el vuelo de otro sueño.

Otra vez, tu dolor, en tal azoro,


torturando el sosiego en la quimera

con el dulce castigo del desdeño

que profundó en su ser pesar y lloro.





Nancy Santiago Toro

Derechos Reservados©