La noche pasa,
transmuta su interior,
casi deshecha hace una tumba
de su negra prisa.
Resignada se deshace,
la veloz ansiedad de su ascensión,
como el presente que colapsa
como la estrella luminosa y su manía
que en cualquier regreso consumado
vuelve a fallar de luz en la partida.
Se retira, se va la noche
en rendición noctámbula,
se rompe como la espuma
que se extingue en su fatiga.
Se disuelve la favorita de la luna
desde la profundidad de su comienzo
para hacer de otro final
la apartada friabilidad de la ceniza.
Se desbarata ante la claridad
que atrae los verdiazules,
mientras, gravemente, la traspasa el día
al reventar de sombras encorvadas.
En otro margen, de golpe, subrepticias,
junto al jamás de los jamases
que pretende el sol y todo su enigma
cuando se aleja con el don
que madura oscuridades,
cuando vuelve al negror
que la mata y resucita.