Sé de sobra que la ocasión en paseo
por mis ojos es una ceremonia
donde parpadea el movimiento
poblado del latido.
Hoy por hoy de acción y efecto,
de vida y tiempos habitables,
de esencia transportando hechos
en el largo viaje del coraje; ahí, toda yo
simple de batallas contra el riesgo,
por el placer de amotinar las decoradas
trayectorias. Donde cabe todo;
ondulaciones, extremos y matices
desde el oficio lumínico del alba
hasta el sopor de la estrella reducida.
Amplia realidad que se respira
en la brisa inconclusa del otoño,
si extendida huele a cultivo en primavera,
así como el vivir que se moja
en los riegos del rocío
y aun en relevo de humedales
activa el curvado encanto de la risa,
y es mucho más que el silencio en el aire
que rompen las palomas
cuando se eleva como un canto
satisfecho de juntar la voz en compañía.
Que de tanto ser dentro de mi carne
ha dejado, sin saberlo, el frío
el tránsito del sol en mi silueta
y en desorden, aromas dulces,
libres, compartidos en el respiro
dadivoso que regresa...
Tan protagonista en mi interior,
porque en todo lo que soy es mío
y en mí se nutre de las ganas dulces
que al mezclar de gozo
no huyen del salitre,
con más razón no le pongo
un final a mis sandalias
si me importa un bledo
que el futuro tenga olor a muerto.
Por eso, a todo trance, sigo
hasta que muera en el curso
que a doble paso va conmigo,
ahora que el amor me cubre el pecho
y recorremos los instantes
que fecundan el mismo sentimiento
cuando caen como una obra
preñando al corazón
de presentes giratorios.
Siendo, ellos criaturas en la sangre
hemos de vivirlos como lleguen.
De otra manera es imposible.
Nancy Santiago Toro
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