Hoy sentí que me buscabas
Hoy sentí. Sentí que me buscabas
por una mirilla colgante del recuerdo,
pasaste hondamente y en su punta más aislada,
hallaste el umbral inesperado,
y sucesivamente, la espesura del desierto
con las compactas nostalgias exhibiendo huellas
como ramas disecadas a lo lejos,
mientras los nubarrones vigilaban
con vigorosas ganas la sequía maltrecha
que había dejado nuestro fuego.
Y tú, como viento apacible y sigiloso
acariciabas la intimidad de ese momento,
circulabas por las manecillas de ese ocaso,
contemplabas su pasado como nuevo
y entre las indefinibles apariencias de las nubes
rozabas con tu brisa los ateridos sueños,
que allí descansaban sus restos blanquecinos
por cargar aún los residuos del invierno.
De golpe, un movimiento acelerado fue en tu aire,
cuando topaste con otro paisaje indefenso,
en este se extendía la furia de la lluvia,
la del alma malherida por el tiempo,
revelándose pajiza y ya cuarteada,
sobre una piel inflamada de silencios
y con ella, el estallido rojo de mi rosa
que suscitó la euforia de tu encuentro,
el pulso de tu inmanente bocanada
con el polvo del amor que retenía tu pecho
y tal fue el giro con mi perceptible aroma
que arrancaste mis pétalos como lenguas vivas,
para la charla interna con tu continuo aliento.
Nancy Santiago Toro
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