Qué sabrás tú de mis victorias
con la detonación del júbilo, sin feria.
El exceso es otra cosa;
frívola proporción del lujo
almacenando la fortuna de ese lucro
que engloba la avaricia en consecuencia.
Zona prohibida para tantos, muchos
en círculos de aire, entre el infierno y gloria.
Obcecados por la brillantez del oro,
cuando su mayor conquista es el intento,
el guiño del ansia en la mirada
y las tristisimas razones o la excusa de soñar
al por mayor las Marcas del Comercio.
A daga y pincel tengo el verso día tras día,
obligado a seguir por lo imperfecto
como activo peregrino del ensueño
o de la vasta Realidad que nos domina.
Mi tesoro, sin fin, es la Familia y su fragancia
cada mañana en los planos de arquitecto,
donde voy trazando opciones, alternativas,
donde improviso la confección de los efectos,
si a cara o cruz el futuro nos convida
como un Judas Iscariote fraudulento
haciendo de las suyas en el trasfondo
para mostrar a golpes, la Experiencia.
Mis antojos: un mar siempre entre mis manos
en conexión de ductilidad y rebeldía,
de arranque y fuerza en movimiento.
La iniciación del sol en mínima distancia
por si quiere en avance relativo
adherirse líquido-soleado a mi trayecto.
La vida al natural ejecutando panoramas,
un suelo con el paisaje en proyección variable,
de algún modo, acogedor, por si tropiezo.
El tiempo... como fabricante del destino
es mi varón acompañante, Supremo hombre,
mi león vigoroso a rayo y trueno
dominando en sigilo hasta la muerte,
las vibraciones progresivas de mi aliento.
La riqueza como hechizo de varita
no me incumbe
y el Escándalo a menudo, y de inmediato
me pertenece en recíproca adherencia
si con el ardiente talento del descaro
me apretuja en posesión intermitente,
y a sangre y fuego…, somos tan intensos.
Mis armas: un espíritu seguro
con la fortaleza en guerra fría
y, humanamente, un saco de maldades
para dejarle al mundo algunas cicatrices
por todas las que me ha de dar y las que tengo.
El perdón, por no pedirle perdón a la existencia
lo guardé, tanto y tanto
en los rígidos rincones de la infancia
donde a nadie oí decir “lo siento”,
si nunca lo pedí y jamás lo dieron
al dejarme averiada de sangre,
casi moribunda en el desdeño.
Mi secreto en redondez de anonimato
es un placer grabado en dulce, disfrutado
en privacía con mi organismo boquiabierto,
cuanto más suculento al tener muchos golosos
con la afición de centinela que terminan
perdiendo las vidas como el gato
por entrometidos, por diablillos,
por curiosos, por traviesos.
Mi verdad sin ir al Tribunal del Poder Legislativo,
ya tiene encarceladas a todas las mujeres
obligadas que me ocupan:
delincuentes, acusadas, condenadas,
las maleantes con precedentes agravantes
que yo en contenciosa jurisdicción
absuelvo con la diferencia que hay
entre lo que soy y te han contado.
¡Vete tú a saber!, el peligro que te espera
si prófugas con libertad conspiradora
te arrancan la garganta del ataque,
el pescuezo del trastorno
y la boca de la histeria
antes de morir con el pánico que duele,
profundamente, en el infarto.
Qué sabrás tú de mis fracasos y conflictos,
del Rumbo en los cien rieles, bueno o malo,
festejando como el día a la noche
la moda que se pone en negro y blanco
y eventualmente, qué sabes tú,
si lleva el atavío que imparte los colores
a los instantes del misterio o del sombreado.
Si me he roto en tantos modos hacia al frente
que le pude ver la cara ajada al llanto,
como otras veces le vi a la risa el rostro:
burlón, festivo y escapista hacia el sarcasmo.
De lo demás, rutinas, vivencias,
modos, dramas, imprevistos,
donde soy yo el constante repertorio,
por demasiado dar y recibir no llevo cuentas.
De lo bajo hacia lo alto,
de lo estrecho hacia lo angosto
es desmesura, ornamental extravagancia
en la mía idiosincrasia, sin cautela y sin recato,
que sazono con los trozos dulci-agrios dados
por las Virtudes y Defectos del acto humano.
Ya no te angusties más en el camino del Idiota
que se imagina ser un Dios de trayectorias,
así mismo, el creador del microcosmo.
Deja de sufrir el desgaste de las piedras
si en las roturas del presente nunca lloro
el dónde, el qué, el cómo y cuándo.
Yo tengo bajo el paso, aún más fuerte
y asentada, la sólida permanencia del cimiento.
Donde existo.