Thursday, September 5, 2019

A garganta abierta





A garganta abierta




No soy de las que buscan

ni en completa soledad

a lagoteros machistas

imponiendo la jactancia de sus roles

con la amenaza de la prepotencia

experta en puñaladas.

Tampoco me arrodillo ante el dominio

de un engatusador en toallas

para terminar de polvo en polvo

como una raíz bajo la tierra.


Aprendí a aullar los espantos del mundo

porque la dentadura de los lobos

es una tendencia constante en el respiro,

será por eso que crecí en el bosque

y ya no me estorba el bosquejo de las manadas

con ataques erguidos de rabia,

por más bajos que sean.


Sé que podrías tener un pico más grande,

pero nunca podrás traspasarme el rostro.

Y la vana fantasía de verte como una patada

en medio de mis ojos,

solo me haría verte más claro,

con ese ajuar barato de habilidades

reincidiendo en los sanguinarios renglones

que acaparan el infierno en tu argumento.


Con esa imagen de ser la mordida

en la golosina de mi destino,

jamás acabarás con mi futuro,

que ya me sopla el presente

como un cuadro acontecido

hacia la siguiente vez alzada,

la que ahora te mando como un tajo

para que se incruste en tu insolencia.


Yo sé que en tu lista de torturas cerebrales

me acomodas, perfectamente,

entre la asfixia, pero ni apretando mis venas

con tu inquina ultimarías el acuerdo mutuo

que tengo con el cuerpo para recuperar el aire

de los ahogados en primera persona.


Quiero que sepas que ni una costilla

rota con el cataplum exhausto de derribos

contra el suelo doblaría la parada costumbre

entre el equilibrio y yo,

ni siquiera quebraría el encanto

visual de la firmeza

que me sostiene entre la lucha y el coraje.


Quedo absorta con la concesión de tus abusos,

con la mediocridad de tu esencia putrefacta

perdiendo la piel de la indecencia

para mostrar el esqueleto de la procacidad,

los nudos carnales de tu amenaza enferma,

el mísero sonido de tu aparentada fuerza

para enfrentar los zumbidos de tu vida

como inútil ignorante que desconoce todavía

la gran dimensión que soporta una mujer.


Me pensaste como el vidrio

que se rompe en el temblor,

como el miedo que corre de la caída libre,

me creíste sumisa y con la valentía guardada

como si tuvieras el derecho de ser pólvora

en mi boca, y de allí salir como si nada

para barrer el residuo silencial de mis palabras.


Pero, podrías intentar la dentellada

del vampiro en la yugular,

la sensación atroz del ultraje en el vencido,

la humillación que escamotea

la mitad buena de la andanza,

la muerte que apetece la vida,

inclusive, podrías efectuar la incineración

que acaba con las partes más duras del cuerpo

y aún más imperturbable

me columpiaría con los muertos,

aunque toda la tierra sobre mí

me impidiera ver el dónde.


Ahora, que sabes que no soy víctima de nadie,

arrastraste de la lástima al disgusto,

para que me veas compadecer a la madre

que parió un engendro como tú.




Nancy Santiago Toro
Derechos Reservados©






2 comments:

  1. He disfrutado este poema en su totalidad. Todo bien dicho. Felicidades por tu bella lírica. Un saludo.

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    1. Glenda muchas gracias por llegar al blog, recibe mi saludo y feliz semana!!

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