— ¿Qué contemplas?— preguntó él, mientras fijaba su vista en los escaparates que en interacción indescifrable se adueñaban de sus ojos. Obviamente ella, con la mirada conceptual que la iba ingresando en el drama expectante del misterio, fue haciendo visibles las palabras…
— Miro la vida en esa esquina sin importancia, condenada al recreo de las sombras, donde cabe un horario de ciudad inquieta. Alguno sin fecha al llegar, uno arisco a las eternidades que viven tallando las horas del destino. Uno cualquiera… Repleto. Vano. Quebradizo… como la distorsión de la chispa que admite haber sido, antes de soplar su huella sobre cualquier distancia, hacia el foso del ayer, al archivo abstracto de la nada. —
Él, de repente, puso en sus retinas la búsqueda que impulsa la inevitable creación entre la espuma hasta el asombro que musita… — Hasta la nada, ¿la puedes ver, dónde se esconde? —
— Ves allá, justo en ese percepto que acoge el infinito como un día. Míralo… con fuerza… desde el corazón que se desborda por palpar esa azulada magnitud en movimiento hasta las compuertas del alma…
Nunca cierra la creación de buscar otras maneras abiertas como alas ante las encrucijadas que extravían algún posible entre espinas, admite la visión que alarga esperanzas, permite ilusiones de los resultados perdidos, ideas como un vuelo repentino de gaviotas llenas de los soles y sombras que escuchas mentalmente, antes de agolpar sus matices en el alud de los sueños. —
— Entonces, la nada posee la materia de los sueños — dijo él con la sorpresa de lo inmediato en la nuca.
— ¿Quieres verlos? — preguntaba ella a la vez que señalaba la cambiante humanidad de ese momento.
Él, soltando la jaula de su pecho, ya volaba en sus palabras, y ella sin dejarlo atrás, lo guiaba a esa latitud rodeada de horizontes para llegar como jamás había llegado nadie.
Y allí estaba la nada, con su forma más abierta haciéndose más grande, él la miraba absorto como quién disfruta con todo el pulso de la euforia lo nunca visto.
Ella repentinamente, soltó el espiral del largo viaje y lo tendió como el dato entre los labios que enfatiza…
— Son esos, todos suceden allí y salen con zapatos grandes, pequeños, de colores, después de entrar descalzos a la ceremonia del arranque que se lanza a la vida fértil de cualquier deseo, para continuar como ahora, a pesar del inicio con final profético en los calendarios de un apocalipsis. —