Cada día que pasa es una ausencia
o una explosión interna desde el alma,
¿o es que acaso la vida se hace leña
cuando el dolor es fuego que te abrasa?
Ayer fui cántaro de agua que se daba
en tus raíces en transparencia fresca
y cuánta vida te dejaba en la mirada,
pues cuánta muerte deja si se niega.
Cada pedazo de mí fue una rosa blanca,
la paz de mi alma en límpida entrega,
eran pétalos íntimos de mi piel descarnada,
desnudando el sol y lluvia que una vez tuviera.
Clara como la fulgente luz fue mi palabra,
sin bridas ni frenos, desde mi tumba más secreta,
se soltó desde el silencio que la ataba,
revelando mi escultura con crucial certeza.
Hoy mis llamas crepitantes con el aire danzan,
sin rumbo hacia el infinito se dispersan,
como humareda disuelve mis andanzas
de melancolías, alegrías y tristezas.
Llevan mi vida, un caudal de pequeñas cosas,
los pedazos de esencia que mi ser libera,
de lo que he dado y he recibido de las obras
que el tiempo me ha dejado en permanencia.
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