Tu corazón no siente ni padece,
es una piedra petrificada y muda;
fibra que ni siquiera se estremece,
cuando tu alma su oscuridad desnuda.
Expresa una frialdad persistente y cruda,
despoblada de encantos, carente de belleza;
pobre paisaje desolado que sin duda
en mi campo pleno no atraviesa.
Desértico de pasiones y bondades,
pero lleno de pantanos de vileza,
los que cubrieron de rudas vanidades
mi fértil sentimiento de nobleza.
En tu estéril corazón no brota la ternura,
no susurran las palabras al eco del amor,
solo existe el impulso de la fugaz aventura
y el brioso ego que se sustenta del dolor.
Su tupida maleza son todas tus mentiras;
allí descansa la verdad sin ningún valor
y en su sangre turbulenta tú solo giras
como rufián, villano y cruel traidor.
Pero algún día tropezará tu ávida afrenta,
se desplomará inusitada como vaso de cristal,
por que la vida finalmente te pasará mi cuenta
cuando te enamores… de un corazón de metal.
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