Me contó la vida sin palabras
como galopan el misterio las quimeras
desde la prisión que las acoge
encadenadas a las rutas de la espera.
Como muerden sin boca las entrañas
y devoran las ganas, las flaquezas,
como suben en las alas del alma
para volar las luminarias ausencias,
emboscadas por la niebla sin alba
en la singladura de las esperanzas etéreas.
Me dijo de los tropiezos que maduran
nostalgias con sus íntimas llaves abiertas
cuando bailan un vals de lágrimas
con pasos perdidos, sin fuerzas,
por llevar un Calvario en la espalda
y en la carne una cruz a cuestas,
pues el tiempo que hiere sin calma
con las garras de la pena
suele empujar hacia las llamas
y en cenizas consumadas nos deja.
Así morimos, de nuevo,
repitiendo la muerte sin plegarias,
arropados por un lodo de tristeza
y el humano humo cubriendo la nada...
Para nacer en un jardín de ilusiones nuevas
con impulso urgente abriendo otras puertas
que nos vuelva a hacer y nos herede
desde las tumbas aquellas.
A su vez nos trasplante como lirios,
aun en las arenas desiertas,
al lado de un oasis para las raíces del excidio
y así la vida continúe con otro cuento de agua.
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