Callado y ajeno
Silencio... que te amparas en la lengua estéril,
en la orilla divisoria de la voz,
en el aliento que estrangula las palabras.
Tú, centinela del espíritu, que tu audacia
sin conmoción, sin movimiento
no pretenda la altura de las balas
ni la turbia ambición del explosivo
ni la aspereza impetuosa
del sentimiento que, por morir, avanza.
No lances tu reposo como león emocional
del sonido para atravesar las formas
más herméticas del hierro, y elegante tu armonía
sea más quietud, más aplomo,
más dócil que la sonrisa de una luz,
cuando amanece sin la claridad
de una guerra en los oídos.
Tú que te interpretas en tantas formas
dentro de los sepulcros del mundo,
sé más firme ante el arma del rezo hipócrita
que se hace arpón del mal, chantaje,
amenaza de enemigo, bisbiseo de serpiente,
sucesor de la injusticia…, del poder tóxico,
porque ellos son los gobernantes
del sufrimiento del mundo.
Y que ni un solo fragmento del tono
innecesario vaya más allá de tu garganta
para que no caigas como un soplido
que fija su empeño en el vacío,
pues a menudo la pausa hablada
es como el ciego impulso del minuto
que se pierde cual mota frustrada
en el desierto del aire, imperceptible.
Tú, que callado vas de lo terriblemente
leve a lo profundo en el diálogo interminable,
con todos los sentidos por la travesía
a todas partes, con esa reflectancia en ti
que prefiere los estampados del neorama
al colgarte del pensamiento
entre álamos, nubes, piedras.
Tú más digno que el filo del necio ruido
que se alza con la altanería del demonio
en sus innumerables avatares
al escalar el grito por las corcovas del ignorante
en la rotunda movilidad de las tinieblas.
Tú, que fluyes como el color a través del día
para ser la mejor gala del lenguaje,
aunque seas una luz tranquila...
Cubreme horizontal y verticalmente,
cada vez que la indisciplina de un instinto
se mezcle con la vida que me acompaña,
pues así la estridencia de todo tu mutismo
será intensamente libertad del objetivo
que te mece en júbilo triunfal
como una elocuencia creciendo en los ojos.
Absolutamente, en escisión prudente.
Mucho más prudente que los pasivos
pájaros entre los hombres.
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