Al verter sobre ti mi cántaro de años,
al sumergir tu vida en la corriente de mi tiempo
se fueron uniendo dos pasados de futuros extraños
y hoy vamos flotando juntos con un solo cuerpo.
En perenne movimiento nuestro rumbo avanza
las inexploradas distancias de los mares abiertos.
Tu mano en mi mano es como el ancla que alcanza
los deseos vírgenes que se vuelven expertos.
Entre crudas tormentas, entre pruebas y llanto
asoma el desafío con su dentadura de miedo,
pero al abrir su boca succiona su espanto
al no poder enfrentar nuestro caudal de denuedo.
Sobre la impetuosa marea que estalla en la roca
o sobre la ola que sensualmente desliza su beso,
nuestro cuerpo en el mismo puerto desemboca
con el más enfático amor que hoy les profeso.
Así navegamos las noches, los días, las horas,
lo claro, lo oscuro, lo profundo, lo externo;
testigo es la luna y las ardientes auroras
que vamos haciendo el camino en lo eterno.
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