Friday, October 12, 2018

Cuando un incendio oscurece






Cuando un incendio oscurece




De esos incendios en el pecho

que convierten el amor en fugaz ceniza

y justo en el instante del fuego consumado,

sobrevive la frialdad de ese calor a la deriva,

donde rueda una ilusión calcinada dispuesta

a ser la más simple metáfora del polvo.


En esa mezcla de final entrelazado

es que me adhiero a tu postura más abstracta

para entender que el aire de un adiós

suele ser más vivo que el cuerpo,

cuando el corazón se torna un nido de niebla

para todos los grises que se arriman.


 Si lo visualizas en proyección contraria,

verás que los párpados se arrastran

por la humosa dimensión del olvido

y, a contracorriente, algún recuerdo agrietado

es la partícula de aquellos paisajes

que las sombras ya oscurecen.

Percibirás... que el olfato, esclavo del viento,

es un peligro insoportable que convulsa

sobre la secura de las huellas;

ahora con esencia a incinerado camino

 hacia la siguiente distancia.

Sentirás que la mirada nace para morir

con un doble golpe de escarcha,

 apagando por entero la temperatura

de aquel beso definitivo

que rozó mi alborada en tu invierno.


Solo el tacto tiene otra forma de contacto

para el ritual indiferente de las manos

que nunca iniciaron el rescate urgente

del ascua que temblaba de frío en los dedos,

por eso, si logras entrar a la última caricia

crepuscular que te di, puedas ceñir contra ti

la doble intensidad que llevaba

de este extremo al tuyo. Y tal vez allí,

en acoplamiento sensorial

con ese hervor lejano,

ya no sientas tan oscura la noche.




Nancy Santiago Toro
Derechos Reservados©






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