Ovillo de corazones
Es algo simple, pero explícito...
Un crepúsculo enredado en los ojos,
sin pertenencia, colgando la plenitud
tendida en los vidrios del refugio abierto
como un instante de colores con el coraje
de pintar el rumbo satisfecho de costumbre
en la huella veloz, en la profundidad de su fuerza.
De tan sencillo en lo que se mira
que evoca una paz armada de lluvia,
con su derramado abrazo cristalino
para naturalmente aprender su atadura,
aunque de todo lo simple que se una
por vivir sea el memo trayecto del latido
que del corazón se arroja impregnado
de emoción, para seguidamente
sangrar la memoria de la fuga enérgica,
cuando se dirige con entusiasmo a otra vida.
Tan natural, que su tributo más sonoro
es su presencia en mi oído
con la habilidad de convertir segundos
en gestos para recoger una mirada
llena de mensajes, descubrir el pulso
del pensamiento inquieto por las ideas
o simplemente para ser la figura
lucentísima con voluntad intermitente,
tal cual si fuera la del mismo relámpago,
cuando bendice el sonido con el trueno.
Justamente, esa mezcla de necesidad
mutua con la conmoción del contacto
aferrándose a algo mucho más simplista...
A una consecuencia de besos
que mordemos con los labios
para almacenar en la entraña de la boca
la victoria ardiente de la carne.
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