Con la muerte de la tarde
El inasible ocaso, ya no arde,
vacío de relojes, y enseguida,
con mi alma inicia su pertinaz huída
como calígine de fría tarde
cargando con la estela de una ausencia.
Sin pausa, por el lóbrego camino
se pierde tras el aire del destino
y al pretender volver a mi existencia
Mi cuerpo no responde a su llamado,
un espacio dantesco es a mi lado,
la bendición del alba no amanece.
Y la noche es un dejo de terror,
la negra soledad me ata a su horror,
¿o será que la muerte me acontece?
Nancy Santiago Toro
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