Perdona si aireo mis asuntos,
si canto el verso inseparable de mi cuerpo
sin voz ni música ni público,
a capela el alma en su destierro.
Perdona tú, si en mi espacio más profundo
tus asuntos son equipaje de recuerdos,
sin llevar sonido escucho su paso refinado
y el canto de tu alma, y me estremezco.
Ayer te tendí un pretérito mudo
y habló por los codos de mi boca,
confesó con lengua y unos labios
sus pinzas, sus cuerdas y su ropa.
Abrigué tu tiempo de silencio agudo
y caminó tu antaño hasta mi topada,
llegaron tus latidos francos, sin atajos,
como dedos golpeando mi ventana.
Escucho hoy el aroma que trajiste,
mirando el horizonte que te guarda
y encuentro un hueco en el paisaje
que encaja su huella en mi pisada.
Hoy contemplo el camino que tendiste
como alfombra abierta en lontananza
y en un punto equidistante de la superficie
encuentro a tu sombra a la mía atada.
Disculpa esta oreja que te atiende,
estos ojos que solo ven en la distancia,
estas manos presas de sus brazos,
esta mente que aprendió a volar una mañana.
Te disculpo por rebasar lo que es ausente
sin ojos, sin manos, sin voz en la garganta
y por dejar en ese vuelo de sentidos indelebles
el leal amplexo de dos vidas... de dos almas.
Nancy Santiago Toro
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