Congelada en su amor
No quiero el invierno de ese cuerpo
opacando el verdor de la natura que me habita
cual nevazo que arranca del paisaje lo más bello,
para arrastrar la sequedad del futuro hacia la vista.
Ni las ideas caídas del friable pensamiento
como ramas congeladas que se hacen trizas,
sin latir con horas de calor al dar el tiempo
que en eslabones de momentos lo existían.
No ansío la escarcha del dolor, de todo aquello,
que desplazó, de mi festiva alma, a la plena dicha
como corriente helada en misterioso titubeo
que solo arrimaba lágrimas por sonrisas.
Quiero el amor sin el furor nevoso del invierno,
con la aptitud de primavera en el cada día,
aunque cubra recurrente el gélido cielo
y la vida camine sobre el hielo de puntillas.
Nancy Santiago Toro
Derechos Reservados©
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