El alma
El alma, cuántas veces se rompe
en aflicciones, en retozos de nostalgias.
Se desmorona, el dolor la parte
a golpes de sufrimiento, de palabras
en combate o atadas a lo más profundo
del silencio que de continuo nos da la espalda.
El alma se vacía, se hace humo que se pierde,
si hace del amor un fuego y bocanada,
cuando huye como un misterio de repente
al repetir el abandono, otra partida rutinaria,
mientras sigue la vida partiendo
su pureza por el hoy que intenta
un hasta siempre entre las cosas del ayer;
vivos autores del principio en marcha.
El alma se quiebra como cristal ficticio
o como pedazos blancos de un invierno,
incapaces de adquirir colores
si lo que la hace inmortal le falta.
Parece detenerse en lo que va y viene,
cuando el cuerpo siembra las heridas
en sus entrañas y florecen sobre grises
con su punzada intensa, redobladas,
para caer como flechas, otra vez, al pecho
y herir como espinas que exigen lágrimas.
Ese indefectible contacto adolorido
que arrastra el agua a las distancias
con la conocida iniciativa que tropieza
en el final que alcanza el perfil
sombreado de la forzosa muerte,
cuando parece que se marchita el alma.
Nancy Santiago Toro
Derechos Reservados©
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