Fragmentos
Es la herencia anticipada,
tan idéntica aquí y allá,
con sus haberes en el corazón
dando a plazos una regalía de fragmentos:
las acumuladas huellas en las venas
sangrando lo que somos,
un lado de temblores sin fin
para hallar la serenidad del cuerpo,
otro de calor para la piel
como un vestido de caricias,
más una suma de útiles sonrisas
en la boca como atuendo
y una resta si la tristeza ahoga a la alegría
en un inmanente pozo de lágrimas,
tras los cristales que el dolor empaña
con la húmeda espesura de esos caminos
que suelen colgar del pecho.
Un cofre de memorias
para los triunfos y fracasos
y, entre sombras o entre luces,
una hilera de recuerdos
que agonizan como decaídas llamas
o se arrastran con vocación de fuego.
A su vez, la tenencia de la mirada
en vuelo que asciende al alba
para cada día soltar los sueños
y al fondo un tesoro oculto
de palabras ancestrales
en un banco de emociones
dando valor al sentimiento
que ama con ganas de grandeza
y reparte la ganancia en dividendos
para el que sufre el costo del olvido,
y multiplica los ayeres por mañanas,
para la esperanza de unos huesos.
Una adquisición de monotonías gastadas
para la soledad del alma
y otras posesiones que son
mitad sonidos, mitad silencios
en las razones o en las ideas simples
que se mueven para argumentar la validez
de lo sistemático y complejo,
pues lo demás es una gran dote
como añadidura que nos da la vida
como una cosecha de virtudes
que incluye otra de defectos;
el simple abasto de esas buenas
y malas costumbres,
de las cuales, todos sin morir,
somos herederos...
Nancy Santiago Toro
Derechos Reservados©
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