No eres árbol
Ese árbol gallardo y solitario que invita al –juego
con sus ramas distraídas como juguetones brazos–
lleva vendajes de primaveras, otoños e inviernos,
lleva consigo el luengo camino sin dar un paso.
Contemplo su añoso tronco en desespero,
su inacción sumergida en el mísero letargo
y me parece oír de su ramaje algún te ruego
con un dejo perceptible de terruño amargo.
Pareciera que sus ramas muerden el cielo
al dejar en el viento su jadeo agobiado
como si tuviera un beligerante sentimiento
adherido firmemente en su abrupto ramalazo.
Percibo que la brisa lo zarandea con deseo,
con la intención de un desnudo desesperado,
como si quisiera sacarlo de su entierro
y llevarse consigo cada hoja, cada vástago.
Amor, si lo vieras desde aquí como yo lo veo.
Si vieras en mis ojos que tú no eres árbol.
Tu semilla arrastra las raíces por la tierra
y te mueves por el mundo con indefinido rastro.
Llevas un sueño dentro que flota sobre el suelo,
quiere ser fruto de la vida y el tiempo,
ser con la carne un brindis de cuerpo y tacto,
porque tú eres como el río hacia el mar abierto
y yo soy la isla que te espera en su regazo.
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