Tu llamada
Mis pasos cansados solían vagar
por valles oscuros de soledad.
Atrás quedaba mi santo hogar
y el mundo giraba con su frialdad.
Rodeaban a mi alma voces mezquinas
que con sus cándidos tonos hasta mí llegaban,
punzando como las rosas con espinas
que entre su belleza se encontraban.
Mentiras y agravios hacían su entrada
y más sola y triste mi alma se hallaba,
por la vanidad perversa de las oscuras miradas
que tiraban al suelo y por encima pasaban.
Solo tus manos abrieron el cielo.
Llena de luz se abrió tu ventana,
me miraste amoroso, me levantaste del suelo
y me tocó la dulzura que te engalana.
Me dijiste, “eres solo una oveja perdida
que por un momento no escuchó mis palabras,
pero aquí está Tu Padre para sanar tus heridas
y no dejaré que más nadie las abra.”
“Entrégate a Mí, seré tu consuelo,
seré la Verdad que tanto buscabas,
te llevaré en mis alas y en nuestro vuelo,
olvidarás las penas que tanto llorabas.”
“Dame tus manos, Yo guiaré tus pasos,
te haré descansar, Yo soy Tu morada.
Será tu amparo el calor de mis brazos
y guardaré por siempre tu salida y entrada.”
Y alcé la vista, me perdí en Tu mirada.
Tu suave sonrisa se posó en mi alma.
Me tocó la fuerza de Tu dócil llamada,
pues eres Jesús, quien de verdad me ama.
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