Este amor tuyo y mío
Ayer el silencio era residuo
del lenguaje por la tierra,
era copo de nieve matando mis rosales,
el asesino de la palabra diminuta
entre las venas y de la idea
quebrada que despidió una tarde.
Era la parte, sin contacto, tuya y mía,
que al soltar las manos se me quedó en la carne
y aunque esos ayeres pasaron casi invisibles,
sin tu voz, sin tu presencia, sin embargo,
en mí cada día viviste como la imagen interna,
porque en las sienes permaneciste a salvo.
Muy cerca la retuve hasta que tú vinieras
y quebraras en mis adentros lo callado
para integrar tu presencia a mis palabras
y cubrir tu regreso entre mis manos,
para que los nervios delataran, furtivamente,
que el alma que se arrastra conmigo a cuestas,
aún te percibe y tiembla en total entrega
como si te hubiera guardado en ella todo intacto.
Y hoy al despertar temprano en la ventana,
me saludó el sol de otro día apresurado,
me trajo de nuevo el perfume de tu nombre,
y el paseo de tu voz expresando la caricia
para las suaves formas de esta inspiración.
Nancy Santiago Toro
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