Lluvia
Se acerca, la lluvia, a los cristales de a poco
con la intención de anunciarse en mis oídos
y trae consigo el ajetreado movimiento de los ríos
inevitables que a su fin avanzan presurosos.
Lluvia sin alarde nacida de las sombras,
hacia el polvorín sediento,
hacia el relieve del hastío
para acoplarse sin silueta sobre las formas
al soltar las quebradizas gotas del gemido;
cristalina forma de expresar ausencias
si hasta mi cielo la arroja hacia el vacío.
Con su lamento intenta abrazarse a alguna vida,
pero hasta los pájaros pretenden otro nido,
alguna rama que sirva de guarida abstracta,
mientras ella derrama su mundo de caminos.
Desde aquí la observo,
desde mi interior la escucho,
lentamente, se acrecienta por algún motivo
como si quisiera inundarlo todo,
alcanzar el más allá de las miradas,
tocar el nombre de las cosas,
si pudiera ese momento de mi anhelo,
que ofrezca ese futuro aún desconocido.
Rozar aquello que ignora esta humedad copiosa,
unirse a ese paisaje que solo adentro siento mío,
caer en su naturaleza y que la beba toda
y que absorba sin demora un pedazo del martirio,
él que lleva en su brevedad posible, aunque luego,
sea con la tierra ese encuentro herido
que evapore para siempre su destino.
Nancy Santiago Toro
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