Tuesday, October 2, 2018

¡Qué delicia!





¡Qué delicia!




Si ya recorren mis rosas carnales

con el almíbar del deseo

y se anudan mis pétalos a su melífico aroma,

cuando los muerde su placer como si fueran dedos,

aquí, donde se liberan olores de contactos libres

que dejan la palpable humedad en mi cuerpo.


¡Qué delicia!, que te apoderes

de mis versos con insistencia,

mientras la dulzura de mi piel

es portadora de amor en otro encuentro

y del festival de mis emociones con su entrega,

y de ese baile de la lengua que los dos sabemos,

entre una furia de latidos que se desatan

al unísono para entregar el gemido al viento.


¡Qué delicia!, que vacíes tu boca por mi rostro

con los besos nómadas que se van y alejan

y sentirte, invisible mío, con tus gestos y palabras

como si brotaran hojas nuevas de troncos muertos.

Como si las ramas allegaran aquella

tos seca de tu garganta,

la que arboricida pretendía

para mis oídos un canto nuevo.


¡Que delicia!, saborear del mismo

fruto una y otra vez

colgado de tu espacio

con las reaparecidas semillas negras

y la corteza cuarteada que hoy pertenece

a todos los huecos de tu arbolario aspecto.


¡Qué delicia!, que hoy, bajo este sol del mediodía

existan otros rayos ardientes reposando en mí.



¡Qué delicia!




Nancy Santiago Toro
Derechos Reservados©






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