Como sol y tierra
Si dejo de mirar un instante de tu rostro,
cada centímetro jovial de tu sonrisa
o la cercanía de tus ojos en desvelo
con una lágrima de amor pérdida.
Y no sostengo el temor de tus manos,
cuando presientes en mis dedos lejanía
ni recurro al ruego de tu cuerpo,
cuando mi piel soñolienta inmoviliza
tu presencia con las tareas del tacto
y su carnoso movimiento de caricias.
Si no percibiera tu silencio en el vacío
con la prisa de un diálogo inmediato,
arrastrando ecos de eufóricas vivencias,
hablando de los dos al pasar de largo
o no infiero el dolor de tu allegado aliento
con mi nombre en el deseo de tus labios.
Si de repente, hago suceder tus miedos
y se opaca el amanecer en tu mirada,
y tu risa se hace llanto desde lejos,
porque el sueño de la medianoche
culmina sin alcanzar el alba,
y no acelero la quietud de la espera
por el puente del ayer hasta el mañana,
fehaciente, en la meta de la esperanza.
No pienses con evocadora melancolía
que me alejo del común comienzo
o del avance pretendido de las horas,
pues yo te elijo cuando nacen
o deshacen, en el viejo o el nuevo
itinerario del sendero, en la realidad
que nos pertenece, en la quimera
que aún visionarios nos expresa
en la alcoba del lejano pensamiento,
donde lo vivido se filtra como aurora.
Más aún, si las ganas de la lluvia rueda,
resiste como la calle al quedar desierta,
cuando las gotas fluyen como un río,
pues al final somos como el sol y tierra
que después de pasada la tormenta,
con intensa complicidad se obstinan.
Nancy Santiago Toro
Derechos Reservados©
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