No existía, me exististe
No existía, me exististe
en el camino del estreno.
Mi vida como oleada verde
arrimaba a tu azul amplexo,
armónica hacia tu íntimo paisaje,
por la ruta del silencio
y ascendente hasta el desenlace
dichoso del rotundo estruendo
sobre la quietud de la compasiva tarde
que me cedía el paso hasta tu pecho.
Allí, donde reposaban mis palomas;
mensajeras fieles de mis sueños,
tentando el origen de palabras
desde el candil de los deseos.
Luego fue una curva en medio de la nada
para deslizar nuestras almas en los momentos
y ni un ayer ni un mañana
pudo detener el brío del trayecto
al escalar la oferta de fragancias
que llevaban a la cima del ensueño,
para besar las gamas de colores;
regalo inmaculado del generoso cielo.
Empapados de horizontes nos saciamos,
nos vivimos simples, sin excesos
y moldeamos al amor con literatura,
con la tinta en un suspiro al descubierto,
para colgar el latido en la mirada
y parpadear la danza del incendio;
movimiento que hoy quema y arrebata
con locura apasionada sin remedio,
que me hace vida plena que te habita,
que te hace esencia profunda de mi cuerpo.
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