Wednesday, October 3, 2018

Plegaria





Plegaria




Padre, tal vez no debí quererlo,

cuando su naturaleza de mundo

se adentraba en mi camino

con una meta blanca, sin días

sin programas, mas con aquella

entrega exclusiva de latidos

que me hizo sentir y soñar el ansia

que se mezcla, dulcemente, a otro respiro.


Quizás, fue que abrí la puerta

de algún otro destino,

por no ser, yo, por quien tocaba

y ya no supe, Padre, con el corazón

no pude distinguir ese instante en lo divino

y sin preludio, me lo llevé hacia el alma

con solo ver sus ojos en los míos

traspasando todo un sol a mis entrañas,

un zigzagueo de sus venas en mis sentidos,

Padre, dejó caer tu propio

cielo en su mirada

y quedé tan atrapada en sus instintos

que me sentí una ladera en su montaña…


Mas no sé, Padre, si Tú lo habías escrito

o si fue que volteé un segundo en marcha

y sin darme cuenta dañé el planisferio

de tus cosas, cambiando presta el panorama,

tergiversando una historia de tus dedos

para hacerla mía en vivencias y por etapas

al amarlo con ese repentino beso

que une, profundamente, dos vacíos.


El que por ser tan hondo no se arranca

ni con la sonrisa del brillo cristalino

que juega con la humedad entre palabras

y con las formas del amoroso sentimiento

que rodea la vida y nos hace ver ensoñadas

primaveras sobre el pecho de una escarcha,

para luego ahogarse en el fondo de su frío

y rodar... rodar sin más color en lágrimas

al beber lentamente el crudo invierno;

el más intenso, cuando se vive, mientras pasa.


Esa agonía con nombre en los recuerdos

que confiscan tantas noches y mañanas

en los laberintos de un olvido

que sucumbe, porque todo,

todo, Padre, es añoranza.

Y heme aquí, una vez más contigo,

y con esta inmutable cicatriz contada,

yo, quizás nunca sepa si lo habías escrito,

pero yo lo amo y Tú bien sabes de ese amor

como también de la razón que impulsa

todo lo que siento y elevo en mi plegaria.





Nancy Santiago Toro

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