La puerta del adiós
Tu adiós abre una puerta involuntaria
a un mundo de temor que no concibo,
donde tu muerte transita solitaria
y entre sombras me hace su cautivo.
Donde mi tristeza gime enamorada,
en tétrica soledad, en prisión de hogueras,
con los recuerdos mostrándote en la nada,
cuando trato de llamarte en mil maneras,
cuando mi corazón repite tus ecos sepulcrales;
voces abismales que definen tu existencia
de hierática silueta en visiones inmortales
que aún me buscan disfrazadas de presencia.
Respuesta, es la nostalgia, cruda compañera
con el miedo en las fachadas del mañana,
con la mordida de la lágrima; silenciosa fiera,
convincente de la herida callada y cotidiana.
Pero como quisiera escapar sin más memoria,
hasta fundirme con tu espíritu y sobre el viento,
traspasar esta agonía y en su consumada trayectoria
alcanzar tu alma y en perenne movimiento
retener de la muerte la luz de la victoria,
lo único que la vida no detiene ni reclama,
ese tiempo desconocido hacia la gloria
con mis brazos en el silencio de tu llama.
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