No detengas el murmullo de tu beso,
que sea la mecha encendida en la palabra,
sonoro y fugitivo, detonador del lábil eco;
explosión que se hospede en el refugio de mi alma,
yo lo espero sobre el rostro como tersura de pañuelo
para que tiernamente seque la fuga de mis lágrimas.
Tampoco interrumpas el trayecto de tus pasos.
Abraza tu surco a mi definida marcha.
Entierra tus raíces de tiempo en mis años,
florecientes de caminos sin distancias.
Cada momento será una rosa desde el fondo,
atrapando conjunta vida en su fragancia
y repetiremos su glorioso y consumado acto
al unir nuestras manos marchitas y arrugadas.
Ni impidas el amor en el parpadeo de tus ojos,
en constante viaje más atado a la mirada,
acércalo a mí, suéltalo como infalible río
que deja el cortejo en la yerba cuando pasa.
Rozame su movimiento en tus besos de agua
y ahógame en la humedad del sensual deseo
hasta que la muerte sea tan solo una leve pausa.
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