No me verás llorar
No voy a llorar esta pena que me quema
como leña al fuego en esta gélida tarde,
no verás en mi rostro una lágrima siquiera,
pregonando desde el fondo
el dolor que me dejaste.
No me verás llorar por orgullo,
por dignidad, por lo que sea, aunque mis ríos
se hayan desbordado en mis rincones
y quieran reventar enlodados de rabia y de tristeza
para soltar mis escombros
como la evidencia de un desorden.
No, no verás el brillo de mi alma rodar por mi cara
como las gotas perladas de un atavío lancinante
ni como corriente de una cellisca que se afana
en derribar las sonrisas que quieren levantarse.
No verás a mi sollozo causar el placer de tu rubiera
como si fuera pirueta de un payaso por los aires,
para que alimentes el ego de un amor que a duras penas
por no correr caminaba con bastón en tu romance.
No lloraré ni hoy ni mañana ni en mi vida entera,
le cerraré al hipido del corazón todas las llaves
y allí quedará como lluvia torrencial, pero muy secreta
haciéndose estalactitas de cristal en mi íntimo paisaje.
No me verás llorar, por eso escóndanse lágrimas.
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