Puede ser tan grande un amor
cuando traspasa la pertinacia del silencio,
en su marcha se extravía su voz,
pero todavía se escucha más adentro.
Aquellas palabras ensayan otro temblor
como agitada algarada en el pecho,
se oyen como la voz del trueno,
entre nieblas revientan sin razón
para romper la calma del sosiego.
Puede ser tan grande un amor,
cuando ilumina como relámpagos
a las caricias, a los recuerdos,
son vestigios de luz, tibias ráfagas
que al contacto nos roban el aliento,
que aún sin el añorado color
pintan el alma con su vuelo
y todo un pasado en presente tiempo
donde aún arde el ocaso que marchó,
aunque las sombras hagan el resto.
Puede ser tan grande un amor
que se va, mas sin ser tan lejano
se queda, sí, se queda, y es más intenso
cuando el amor lo sigue haciendo nuevo
en el ciclo de las cosas, en los sueños
reclinados en la esperanza de las horas
con olor a salitre de mar, pero más frescos,
porque se respira más cuando nos deja aquello
que nos hizo, nos hace, sin perderlo.
En permanencia queda un gran amor
cuando se va y nos deja un universo,
con tal peso deja caer su inmensidad,
poco a poco, para extender la gran dolencia
que hoy deploro más allá del cuerpo.
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